dimanche 30 novembre 2008

Toujours à l'horizon

Un suspiro de dolor escapó de sus labios. Un segundo después deseó no haberlo hecho, su padre le dirigió una mirada algo enfadada desde el volante del lujoso auto y su madre una mirada algo suplicante desde el asiento del copiloto. El pelinegro trató de ignorarlos, pero sólo con verse vestido tan formal, sabiendo que una maleta con todas sus cosas aguardaba por él, atrás en el baúl del auto, le recordó su terrible situación, sintiendo una dolorosa punzada en su corazón, una punzada que se avivó aún más al recordar que iba a estar completamente incomunicado de toda la gente que ocupaban un espacio en su corazón, que no eran muchas.
Un internado, sus padres lo encerraban en un internado chapeado a la antigua, que con suerte tenía computadores para el estudio. Se imaginó en esas frías y oscuras aulas, sin hablar con nadie y después desfilando por un tétrico pasillo para llegar a una de las más frías habitaciones que nunca pudiera imaginar…
Ladeó su cabeza algo obstinado en recordarle todo lo que iba a pasar en su futuro. El brusco giro que dio su vida por ese pequeño viaje que sus padres tendrían que hacer a causa de problemas económicos. No es que les haya faltado algo, pero la crisis había arrasado con casi todas las empresas de EE.UU. y sus padres no estaban dispuestos a renunciar a la vida que tanto les había costado llegar.
A veces sentía que todo esto era realmente injusto. Prefería ser pobre a que ser encerrado y esperando con ansias una mísera carta con palabras de aliento…
Nunca le faltó nada y sus padres nunca estuvieron lo suficientemente presentes en su corta vida, pero los apreciaba, disfrutaba al máximo cada minuto que pasaba al lado de ellos y las caricias de su madre…
La única persona por la que este chico estaba soportando esta horrible situación era por la sonrisa cálida de su madre, sonrisa que sólo lograría ver en ella, protección y cariño que sólo ella podría darle. Aunque su madre no estuvo muy presente en su infancia él la amaba como a nadie, tenía armado fuertes lazos con su familia. Para él no era difícil amar, era algo tímido al principio, pero confiar no le costaba y amar menos.
Cerró sus ojos tratando de apartar las ideas oscuras de su mente, pero el nudo de su garganta aún no se disipaba y algo le cosquilleaba los ojos. Una mano fría y suave sostuvo la de él. Levantó su cabeza algo extrañado al frío contacto, pero al reconocer el anillo de oro con un diamante azul sonrió algo aliviado; no estaba sólo, ella lo acompañaría en sus penurias y complicaciones en la nueva vida que se le fue implantada.
Anelhe, su prima también sería internada; aunque ella era dos años mayor que Sonny. Él la consideraba como la hermana que nunca tuvo y ella también lo amaba de la misma manera. Al final todo quedaba en familia. Él hermano del padre del pelinegro era hermano del padre de la ojiverde y mantenían juntos la empresa que cada día crecía más y más, aunque obviamente, a causa de la crisis económica del país, esta había caído.
¿Habría algo que valiera la pena en aquel frío lugar? Se preguntó Sonny desviando su mirada hacia la ventana para observar el cielo tupido en nubes y las hojas secas de un otoño recién comenzando, así no era en L.A. donde estaba acostumbrado a vivir. Ahora todo iba a ser frío, tal como se lo imaginaba.
Al pensar de nuevo en las noches y días fríos que se le avecinaban no lo pudo evitar: una lágrima rodó de sus orbes negras…



–– Hijo, por favor, baja del auto. ––era su madre de nuevo, Sonny no quería bajar, quería quedarse allí sentado hasta que decidieran llevarlo de viaje con él. Su padre chistaba algo enfurecido, haciéndolo sentir un poco débil, molesto. Los ojos de su madre se veían suplicantes y adoloridos, era obvio que ella no disfrutaba de la idea de dejar a su único hijo en un lugar desconocido, Anelhe sólo lo observaba. Sonny observó fijamente a su padre una vez más, este ocultaba todo tipo de emoción, para no destruir la imagen fuerte que su hijo tenía de él, su máximo héroe, su modelo a seguir. Pero no sospechaba, ni siquiera se le ha cruzado por la mente cuán deteriorada se encontraba su imagen en la mente de su único hijo, pero Sonny trataba de enmendarlo. Le sonrió tímidamente, sonrisa que su padre devolvió con un deje de melancolía…
Y se armó de valor. Nadie estaba disfrutando de esta despedida indefinida y sintió que debía mostrarse fuerte, facilitarles las cosas a sus padres, todo esto pasaba por algo; trató de convencerse mientras ponía un pie afuera del auto con un gran esfuerzo.
Al fin se vio afuera, se sintió expuesto y débil. Supo que iba a costarle demasiado adaptarse a ese aire frío y húmedo, muy húmedo para su gusto de los rayos abrasadores de sol. Espantó toda idea oscura de su mente para hundirse en el abrazo de su madre, evitando que las lágrimas asaltaran a sus ojos…
Ella le dejaba el último recuerdo de su aroma, de su calidez que nunca encontró en nadie más y vio por sobre el hombro de su madre la alta reja, la reja que lo separaría de todo el mundo. "–– podría ser un poco más linda ––" pensó en sus adentros al observar fijamente la tétrica reja adornada con dos gárgolas y un letrero que rezaba: "Internado Poulain"
Se notaba que ese recinto tenía rasgos franceses…
Desvió su mirada hacia Anelhe, ella tenía la vista fija en el amplio bosque que se perdía al costado derecho del gran jardín de este recinto, observó hacia él también sin ver nada interesante. El abrazo con su madre aún duraba y se estaba incomodando, pero aquel extraño sentimiento de dolor, de miedo al enfrentarse a un mundo nuevo y desconocido iba desapareciendo, siendo remplazado por un fuerte deseo aventurero; deseos de plantarse al futuro y gritar "no tengo miedo".
Desvió su mirada hacia el frente de la reja, se extendía un camino de piedra que se perdía en la niebla espesa que se esparcía en este lugar, dejando ver sólo una fantasmal silueta de un gran establecimiento, parecía un castillo con las múltiples torrecillas que se elevaban hacia el cielo, que, por la espesa niebla, no dejaba ver nada más. Un escalofrío recorrió el pequeño cuerpo del pelinegro al pensar en lo frío que debía ser ese lugar.
No vio a nadie, ni siquiera a un pequeño animal merodeando por ahí y se sintió un poco frío e indiferente; así se convertiría en un tiempo más, cuando lograra acostumbrarse.
Su madre lo soltó sorbiéndose las lágrimas y esa imagen no era la que Sonny quería ver por última vez, quería verla sonriendo y fuerte, dispuesta a entregarle su calidez.
–– Mama ––susurró sonriendo levemente—, quiero verte sonreír, déjame ver tu hermosa sonrisa por favor.
Ella soltó una risita nerviosa, pero entregándole a su hijo la última sonrisa… la sonrisa que este guardaría especialmente para cobijarse en las noches frías y tortuosas que se le avecinaban.
Ahora era el turno de su padre. Sonny se giró lentamente con una sonrisa algo tímida; siempre se sintió un poco intimidado ante la fría y a la vez cálida mirada de su padre, al hombre que más admiraba y admiraría toda su vida.
Alzó sus brazos, a los que su padre acogió y lo levantó del suelo.
— ¿serás un buen niño verdad? —Susurró su padre al oído del chico—. Te comportaras como un hombre, como el hombre que yo te enseñé a ser, sin importar tu sexualidad.
Sonny se ruborizó, hace muy poco tiempo que se había declarado a sus padres, provocando un escándalo, pero ellos, aunque demostraron su gran decepción, se disculparon rápidamente de su actitud y lo aceptaron tal como su hijo fuera.
— Obvio papá —respondió algo más animado el pelinegro—, estarás orgulloso de mí y ¡hey! Hazme un favor —sonrió con picardía, para animar la despedida—. Ciérrales la boca a todos esos enemigos que tienes y cuídate… y vuelve.
El nudo se intensificó en la garganta de todos los presentes y esa fue la forma en que se despidieron.
Una señora ya de edad, vestida algo anticuada, alta y de mirada penetrante los aguardaba en la entrada de la reja, la reja que lo invitaba a ese nuevo mundo desconocido, pero con la certeza de frialdad y oscuridad…
— ¿señor Moore? —llamó ella con una voz fría y apergaminada, tal como se veía. Sonny se estremeció al saberse caminando en pocos minutos con ella.
El padre de Sonny se acercó a la señora y hablaron rápidamente, el pelinegro observó con terror el paisaje que se cernía sobre él: Anelhe completamente indiferente a su entorno. su madre observando expectante la imagen de aquella señora, probablemente la secretaria del internado, hablando con su esposo acerca de las pequeñas leyes que el establecimiento imponía, las maneras de pago, las formas de castigo ante alguna violación al reglamento del colegio…
Los murmullos que su padre intercambiaba con la apergaminada mujer llegaban sin tino a la mente de Sonny que se cernía en el futuro que se le fue impuesto. Por más que tratara de convencerse que era lo mejor para todos no podía dejar de sentir el ahogamiento en algo que él no deseaba y el desasosiego de sentirse sólo…
— ¿Sonny? —Dijo su padre con una voz firme que no fue capaz de ocultar el dolor—. La señora Sarthois los guiará y explicará todo lo necesario para… que puedan —la última palabra se le quedó atascada en la garganta y dirigió una mirada socarrona a su esposa—, adaptarse —dijo al fin.
Sonny se quedó estático en su lugar, la idea de que ya todo había terminado y de que sólo estaba a pasos de quedarse sin sus padres por un tiempo indefinido lo aturdieron por completo, sus ojos se cristalizaban mientras que la señora Sarthois, junto con dos auxiliares del internado pasaron por su lado para tomar las maletas y como Anelhe lo jalaba de una mano para que avanzara. Esto no estaba asimilado, para nada. Su madre lo besó levemente una vez, no dijo nada porque sentía que su voz se quebraría y quería dejar una imagen firme y calida en la psiquis de su hijo, su padre lo abrazó fuertemente, pero sintió que estaba dejando a un muñeco de trapo, a un ser que no sería capaz de caminar, de pensar, de respirar por si sólo, de alguien que no podría sobrevivir si no había alguien que se lo recordara y se agradeció profundamente que Anelhe estuviera su lado, aunque sea sólo por las dos primeras semanas.
— Recuerda lo que me prometiste —le recordó su padre observando fijamente a los ojos oscuros e inexpresivos de su único hijo.
— l-lo s-se —tartamudeó Sonny, con sus ojos impertérritos…

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dimanche 23 novembre 2008